2020
Todo cambió,
el Sol
mostró
su verdadero
poderío.
Los mares
parecieron
recobrar
la calma.
Y el cielo
dio la
bienvenida
a un mundo
nuevo.
La Tierra,
por
momentos,
aquietó sus
volcanes,
se pararon
los vientos.
Sopló un
aire
extraño.
Liberado…
Libre de
toda
soberbia.
Y nosotros,
los humanos,
perdimos
nuestra libertad.
Y llegó el
invierno.
Quedamos
rehenes
de nosotros
mismos.
Y rehenes
de un oscuro
desconocido,
implacable,
letal,
que emergió
de la Tierra.
Invisible.
¿Y ahora?
No más
depredación,
no más
incendios,
no más
avasallamientos,
no más
necedad.
No más
avanzar sobre
lo natural,
no más
destrucción…
La Tierra,
en estos
momentos,
proclamó su
independencia,
aligeró los
tiempos, y
nos confinó
a un destino
incierto,
sin
fronteras.
A un destino
de aprendizaje,
cruel pero
cierto,
dramático
pero sostenible,
doloroso
pero necesario,
triste pero
esperanzador.
Sin color de
raza,
sin barrera
de idiomas…
Idiomas que
claudiquen
ante un
gesto,
un sonido de
alerta,
una mirada.
Un destino
único,
un destino
vacío de egoísmos,
un destino
vacío de toda
estupidez,
de toda
indiferencia,
de todo
oprobio y sometimiento.
Lejos de lo
mundano,
de lo
despreciable,
de lo aberrante.
La Tierra…
nuestra
víctima.
Hoy,
obedientes
como nunca,
debemos
salvarla,
debemos
salvarnos.
Debemos
dejar aflorar
lo bueno, lo
solidario,
lo bello, lo
magnífico
que podemos
ser.
Una flor, un
ave, la lluvia
que
acaricia, el arco iris,
la pequeña
mano que en un futuro
volvamos a
apretar.
Un grito
hecho canción,
la palabra
que dibuja
un amor,
la palabra
que abraza al
desconsuelo,
la dignidad
sobre el derrumbe.
Un nombre
amado, en
el recuerdo,
la sabiduría
ante la enfermedad…
Y de este
mal sueño, aprender
a ser libres
otra vez,
pero
merecedores
del Reino de
la Naturaleza,
donde la
Tierra aún nos
permite
estar.
Aún nos
permite
regresar a
casa,
y quedarnos…
Y olvidar
que un día
olvidamos,
y curar las
heridas.
Y encontrarnos.
Ahora,
por las
noches.
Encontrarnos
en la
distancia,
o a la
deriva
pero bajo la
misma Luna.
En el
pensamiento,
en lo
cotidiano,
en lo
diferente,
en el
sentimiento,
en la
confianza,
en el
espacio,
en la fe…
La Tierra
nos invita
a contemplar,
otra vez,
las estrellas.
Es el
desafío.
Ana Zulema
Cóseres
23/3/2020, Ciudad de Buenos
Aires, Argentina