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lunes, 30 de marzo de 2020


2020


Todo cambió,
el Sol mostró
su verdadero poderío.
Los mares
parecieron recobrar
la calma.
Y el cielo dio la
bienvenida
a un mundo nuevo.
La Tierra,
por momentos,
aquietó sus volcanes,
se pararon los vientos.
Sopló un aire
extraño.
Liberado…
Libre de toda
soberbia.
Y nosotros, los humanos,
perdimos nuestra libertad.
Y llegó el invierno.
Quedamos rehenes
de nosotros
mismos.
Y rehenes
de un oscuro desconocido,
implacable,
letal,
que emergió de la Tierra.
Invisible.
¿Y ahora?
No más depredación,
no más incendios,
no más avasallamientos,
no más necedad.
No más avanzar sobre
lo natural,
no más destrucción…
La Tierra,
en estos momentos,
proclamó su independencia,
aligeró los tiempos, y
nos confinó
a un destino incierto,
sin fronteras.
A un destino de aprendizaje,
cruel pero cierto,
dramático pero sostenible,
doloroso pero necesario,
triste pero esperanzador.
Sin color de raza,
sin barrera de idiomas…
Idiomas que claudiquen
ante un gesto,
un sonido de alerta,
una mirada.
Un destino único,
un destino vacío de egoísmos,
un destino vacío de toda
estupidez,
de toda indiferencia,
de todo oprobio y sometimiento.
Lejos de lo mundano,
de lo despreciable,
de lo aberrante.
La Tierra…
nuestra víctima.
Hoy,
obedientes como nunca,
debemos salvarla,
debemos salvarnos.
Debemos dejar aflorar
lo bueno, lo solidario,
lo bello, lo magnífico
que podemos ser.
Una flor, un ave, la lluvia
que acaricia, el arco iris,
la pequeña mano que en un futuro
volvamos a apretar.
Un grito hecho canción,
la palabra que dibuja
un amor,
la palabra que abraza al
desconsuelo,
la dignidad sobre el derrumbe.
Un nombre amado, en
el recuerdo,
la sabiduría ante la enfermedad…
Y de este mal sueño, aprender
a ser libres otra vez,
pero merecedores
del Reino de la Naturaleza,
donde la Tierra aún nos
permite estar.
Aún nos permite
regresar a casa,
y quedarnos…
Y olvidar que un día
olvidamos,
y curar las heridas.
Y encontrarnos.
Ahora,
por las noches.
Encontrarnos
en la distancia,
o a la deriva
pero bajo la misma Luna.
En el pensamiento,
en lo cotidiano,
en lo diferente,
en el sentimiento,
en la confianza,
en el espacio,
en la fe…
La Tierra nos invita
a contemplar,
otra vez, las estrellas.
Es el desafío.


                               Ana Zulema Cóseres

                               23/3/2020, Ciudad de Buenos Aires, Argentina